miércoles, 29 de octubre de 2008

Se siente, se siente... Moe está presente. A propósito de una anécdota de Lito Doreste.

Todos los mediodías, entre el turno de la mañana y las horas de la tarde, salía del Colegio San Antonio para ir a comer a casa. Eran solo dos cuadras desde México 4050 hasta José Mármol y Agrelo.

Los pibes que vivían lejos del cole, se quedaban a almorzar. Los llamaban "medio pupilos". Dicen que el morfi que le daban los curas era como una "tumba carcelaria". Guisos recalentados, albóndigas embrujadas, polenta pelada sin gusto a nada y empanadas presumiblemente preparadas con carne de corazón.

De beber ponían una gaseosa llamada "Oasis", precursora de las actuales "alternativas", ya que había de varios gustos: cola, limón, pomelo, naranja, etc., todas del mismo sabor. La fábrica quedaba en Agrelo y Treinta y Tres y supuestamente los curas compraban allí porque uno de los hijos del dueño iba al colegio (o algo así).


La cosa es que nosotros, los "externos" estábamos mejor. No solamente porque comíamos en casa bifes, milanesas o ravioles, sino porque podíamos ver a la hora del almuerzo la tele. En uno u otro caso, comíamos apurados, ya que al terminar el turno de comida se armaba el "recreo largo" donde se jugaba al fútbol dentro de un "organigrama" que el Maestro Frías había organizado inteligentemente. Había dividido el grado en dos equipos: "Atenas y Esparta". Otro año fuimos "Roma y Cartago". Los grupos competíamos diariamente en preguntas, trabajos en clase y tarea para el hogar. Cada mes había un ganador y el querido Maestro Frías, de su peculio, entregaba un premio, aunque para nosotros el mejor premio era ganarle a los otros... romperle el culo...


Uno de los puntos que sumábamos diariamente era ese partido del "recreo largo". Por eso nadie quería perderse el partido, salvo algunos trolos a los que no le gustaba el fútbol y se iban a una especie de "sala de juegos" a jugar a las damas o leer revistas mejicanas. Alto pulastrerío!!!


Como llegaba a casa corriendo, todos los días y como un "relojito" estaba empezando "Los Tres Chiflados"




No voy a reseñar aquí los personajes, series y capítulos que varias generaciones recordamos. Hemos visto todos sus capítulos no menos de media docena de veces.


Tampoco me detendré en los gags, los distintos acompañantes del binomio estable Moe-Larry. Todos, salvo los habitantes de un tupper o quienes tengan su cabeza quemada por el estrés, recordamos a Curly, Shemp, y en menor medida al pelotudo de Joe.


Los Tres Chiflados asumen para cada uno de nosotros un distinto recuerdo preponderante. Alguno dirá:


- Cuando vivía en Devoto veía a los Tres Chiflados...


Otro:


- Los Tres Chiflados me hacen acordar a mi querida Diana, la perra que me miraba con ojos glaucos mientras almorazaba mirándolos, esperando que le diera algo.


A mí, me recuerdan esa época de los almuerzos "express", apurándola a Mamá con las papas fritas, esas que tardaban interminables minutos restados al partido decisivo con Esparte justo el último día del mes.


Por eso amábamos tanto a esos Tres, cuatro o seis descerebrados. Porque destapan el tarro de dulces que para muchos de nosotros fue la infancia.


Ese "piquete de ojos" o la pluma que escribe debajo de la crema batida, nos evoca un tiempo donde para nosotros todo era posible:


Vivir un romance con Bridgite Bardot:




Viajar a la Luna:



Jugar la final en Wembley 66 contra Inglaterra y hacerle el gol de la victoria en tiempo de descuento:



Por eso, y no por ellos que eran boludos, violentos e ignorantes, es que los queríamos tanto.

Por el gol que le hice a la chancha Maisón una tarde en el arco de la Av. Independencia. Por el escudo de San Lorenzo que me dio Frías como premio por ser el goleador y mejor alumno de Atenas. Por las milanesas de Mamá que devoraba al compás de los golpes de Moe, de los mechones arrancados al pelo de Larry o ese ronquido desopilante de Shemp.

Por eso, esa mañana de 1975 cuando se supo la noticia de la muerte de Moe, con el, algo mío y de todos se murió.

Esa es la razón por la que hoy hago propia la anécdota de Lito Doreste que paso a trascribir:





Estábamos en quinto año, el 4 de mayo de 1975 falleció un ídolo de muchos de nosotros, Moe Howard, el creador de los geniales 3 chiflados.


El lunes 5, en la escuela, después de haber dedicado buena parte del tiempo a charlar sobre la noticia y evocar todos los capítulos que cada uno había visto de la serie, decidimos solemnemente hacer un minuto de silencio por respeto y en memoria de nuestro querido Moe. Lo recuerdo con todos de pie al costado de las mesas y en silencio sepulcral. Un minuto largo... como eterno... hasta que una voz proveniente de atrás (una voz particular, como puesta, la que viene a mi mente diciendo 'LA JODA AL COMPAS') arenga 'ahora como Moe hubiera querido...' y comenzó una batahola con alaridos de todo tipo ritmicamente acompañados por sonidos de instrumentos de madera y percusión logrados con el sabio rebote contra el piso de nuestras mesas. Sus partes metálicas sonaban casi como valiosísimos platillos turcos.


Gritábamos:


SE SIENTE, SE SIENTE,


MOE ESTA PRESENTE.


SE SIENTE, SE SIENTE,


MOE ESTA PRESENTE.


En pleno homenaje, se abre violentamente la puerta del aula y aparece Ringo, nuestro preceptor. Yo estaba muy cerca de la puerta, igual que el Tano Rossi. Ringo pregunta '...¿qué les pasa?' y se produce un pequeño diálogo conmigo.


Foto actual de Ringo


- Es un homenaje. Murió Moe.


- ¿quién es?


- Moe, de los tres chiflados!


- Ah... a ver si la terminan.

Cerró la puerta y se fue.

Gustavo Muñoz, que escuchó el diálogo, se me acercó indignado diciendo 'pero este dónde vive, cómo no conoce a Moe'. El Tano Rossi reía y en un 'perdendosi' el homenaje terminó.

Esta fue la última foto de Larry y Moe, en 1974.







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1 comentario:

Unknown dijo...

Realmente me gusto la anécdota en base a la triste noticia de la muerte de Moe.A los pocos meses yo nacía.Y como nos paso a todos los de mi generación,ver a los Tres Chiflados era y es algo que no pierde trascendencia.Como toda genialidad,a ellos se los destrato de parte de quienes los empleaban,pero lo mas lindo es que al día de hoy hacen reir a quien los mira.De algun modo debe ser el mejor de las gracia de parte de quien trabaja de actor.Saber que todos esos gags hacen reir al día de hoy como si fuera una soprendente muestra de maestría.Me encanto la historia que comentastes.Muy buena!!